domingo, 22 de julio de 2018

jueves, 5 de julio de 2018

ESCRIBIR PARA RESPIRAR




           Llevo días sentada delante del ordenador sin escribir una simple frase. Nada que ni un niño no sepa hacer. Los sentimientos se desbordan pero son tan sombríos que ahuyentan a las letras y no puedo expresar los pensamientos que se agolpan.
         El papel en blanco solo confirma lo que siempre he sabido, que no sé escribir más que  cosas tristes.
Leí no hace mucho que los que escriben no tienen porque ser triste, probablemente no, pero los sentimientos que se agarran más en tu interior es la pena por lo que no tienes o has perdido. Cuando amamos escribimos sobre las caricias, los besos, las alegría, pero no lo hacemos sobre una comida que nos ha hecho sentir bien. Son muy pocos los que son capaces de expresar la alegría en un poema.
         A mí me gusta escribir, pero he de reconocer que soy triste. Son pocas las cosas bonitas que caminan por mi cabeza
         Hace un tiempo, leyendo mis escritos comprendí que me gusta hacerlo sobre la muerte y verla desde el otro lado, quizás porque allí dejas de sentir dolor. La muerte representa el fin de algo y escribir sobre ella es como acabar con la rabia de lo que te atormenta. Destruyes ese sabor agridulce entre palabras duras, matando a tus protagonistas o a ti misma en una historia maltrecha que nadie leerá, pero también es la única forma de olvidar el rencor, de olvidar que una vez tuviste grandes sueños y que la vida te los negó.
         A veces he tenido problemas con quién me leían. Pensaban que en cualquier momento me suicidaría, pero también creían que moriría de amor cuando escribía mis poemas tristes. Al principio me hizo gracia descubrir que era capaz de hacer sentir la intensidad de mi relatos, pero terminó siendo mi condena, pues aquellos que creí amigos se convirtieron en mis enemigos. Se apartaron de mi con la velocidad de la luz, huyendo de los posibles problemas que conllevan una suicida, cuando lo que se espera de un amig@ es que se acerque a ti para ayudarte, no huir de ti para inducirte a que lo hagas. 
Durante mucho tiempo mis letras se resintieron, apartaron las manos del papel para convertirme en una paria de mis sueños. Todos esos días la rabia se apoderó de mí.
Durante más de treinta años ninguna circunstancia había conseguido que dejara de escribir y la humillación de alguien que no merecía mi respeto lo consiguió. Escribir y leer fueron siempre mi salvación en todas las circunstancias de mi vida, mi psicólogo particular, mi terapia personalizada. Me ayudaba a entender más allá de las palabras.
Hoy he vuelto a hacerlo, no lo esperado, ni lo que realmente deseaba. Necesitaba contar lo bello, feo  y fácil que la gente utiliza las letras para su conveniencia. 
Leer y escribir es vivir, es volver a nacer en cada historia, viajar sin moverte de tu viejo sillón, soltar la rabia, el miedo y el rencor que te acompaña. Es compartir los sentimientos que con tu voz eres incapaz de contar, decir en cada párrafo lo que pasa por tu imaginación. Es imaginar mil historias en miles de sitios distintos, ser la protagonista de las vidas que nunca vivirás, cambiar tu presente insulso y sin vida por uno lleno de magia, de color, de vida. 
Leer y escribir lo es todo, porque no sabría vivir sin hacerlo.