sábado, 17 de febrero de 2018

DÍA DESASTRE



Bajé del coche y emprendí mi camino hacia la oficina. Aparqué un poco lejos, más de lo habitual. Intente memorizar el lugar ya que mi memoria está resultando ser más pequeña que la de un mosquito.
Durante el camino hacia el trabajo mi cabeza no dejaba de pensar en todos las tareas  que debía hacer, llegando a sentirme agobiada mientras la ansiedad hacía presencia.
Todo era un caos cuando entré. Daban ganas de cerrar la puerta y volver a entrar a ver si solo era un sueño, pero no tuve esa suerte.
Trabajé sin parar durante horas para terminar todo a tiempo. Pensarán que a la salida no encontraba el coche, pues mira por donde, hoy lo recordé a la primera, eso sí, hay que decir que durante la mañana tire el café encima de mi suéter convirtiéndolo en un mapa antiguo. Los papeles se estropearon con el estropicio teniendo que empezar de nuevo. Para rematar mi teléfono murió intentando hacer una llamada urgente y mi ordenador decidió hacer huelga de brazos caídos, ir más lento era su forma de hacerse notar.

Lo único bueno de ese día es que recordé donde aparque mi coche, ventajas de querer escapar de un día desastroso y poder regresar a casa para enterrar la cabeza como el avestruz. 









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