lunes, 1 de mayo de 2017

DIVAGANDO




De repente lo vi. Esta sentado junto a la ventana, en la mesa que suelo ocupar habitualmente, tienes las mejores vistas del restaurante. El establecimiento esta casi vacío y eso me da la posibilidad de mirar de frente.  Tiene los ojos  perdidos, el pelo revuelto de pasarse la mano nerviosa y el cuerpo delgado. Por sus piernas estiradas se ve alto. A cada paso de mis ojos por su cuerpo me atrae más ese sentimiento de desamparo en el que esta. Alguien debe haberle dado plantón. En su mesa hay dos servicios y el parece frustrado. Siento el impulso irrefrenable de abrazarlo, de consolar su angustia. Se vuelve, buscando quien sabe que. No he podido apartarme a tiempo y me ha pillado observándolo. Me sonríe. Sus ojos han cambiado, ahora brillan. Se levanta y se dirige a mí. No creo que esto esté sucediendo. Se presenta, me habla de cosas bonitas pero no le escucho. No puedo apartar la mirada de esos ojos. He debido asentir porque se ha sentado a mi lado. Lo único que pasa por mi cabeza es las ganas que tengo de besar sus labios carnosos que se mueven sin parar. Todo es silencio. Su boca acercándose y a mí ha dejado de importarme el resto de la gente. Hoy me da igual todo. Voy a besarlo y lo único que me preocupa es que mi aliento huela a esa comida tan rara que me han servido, No parece importarle, ha agarrado mi mano suavemente. Esta noche no pensaré ya lo haré mañana. Volaré por el mundo si me acompaña, hoy nada importa, nada es real, todo es mágico. ¡Señora! ¡Señora! ¿Está Ud. bien? esa voz, áspera, fuerte, me sobresalta. Miro a mí alrededor;  el restaurante está lleno y reina el silencio. Todos me observan. El camarero me mira compungido, he estado divagando despierta. Estoy sola besando mi servilleta. 







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