Localicé su dirección a través de muchas
búsquedas en el ordenador. Todo era excitación. Planeé cada segundo de mi
encuentro sorpresa. Me preguntaba cómo lo reconocería si no conocía su aspecto,
pero esas preguntas no hacían mella en mi cerebro.
Cuando tuve vacaciones me trasladé a su ciudad y esperé delante de su portal. Pasaron
horas y nadie que pudiera ser él, salió del edificio. Temiendo no localizarlo y
que se acabaran los días le escribí para vernos, me contestó con excusas pero
ante mi insistencia quedamos cerca de su casa en un parque. Mi radar saltó y
decidí esperar escondida tras unos matorrales frente a su casa. Dijo que
llevaría un suéter rojo y unos vaqueros. Todo iba bien hasta que se abrió el
portal y salieron varios niños, todos con la ropa de los mismos colores que él
me había dicho, vamos, el uniforme del colegio. Mi sonrisa se fue al suelo y mi
esperanza desapareció. Regresé al hotel, cogí mis maletas y marché a casa.
Al día siguiente recibí un email enfadado
porque tras mi insistencia le había dejado plantado. Tras varios email de
disculpas y peleas le eché en cara sus mentiras y que no tenia edad para andar
con esos juegos.
En el siguiente correo me explico que no
era un niño y mando una foto desnudo de cintura para arriba donde estaba cachas,
muy guapo, de los que te hacen perder la cabeza y pueden tener a la que quiera.
La foto venía con una dedicatoria que decía: “esto es lo que te has perdido por
no saber esperar”.
Es que no tenía mas colores en su
armario que tuvo que elegir el de los niños del colegio o es que acaso estaba
esperando a ver si le convenía mi aspecto. Mi orgullo se desató. Hablé con una
amiga y le conté lo que pasaba, se ofreció a ayudarme y me dio una foto suya en bikini. Ella es una
mujer con un cuerpo increíble, muy bella y bien proporcionada. Debajo de la
foto le añadimos: “y esto es lo que te has perdido tú por no saber elegir
colores”