Tras
esas puertas está nuestro futuro. Estás nervioso pero finges una sonrisa por mí.
Después de tanto tiempo conozco cada uno de tus gestos. Me hago la tonta cuando dices que estás bien, yo tampoco lo
estoy pero intento darte la paz que hoy eres incapaz de sentir. Anoche no
dormiste, casi no te movía para no despertarme pero oí tus lágrimas. Quería
consolarte, pero te conozco demasiado bien para hacerlo, te enfadarías contigo
mismo sintiéndote mal si supieras que lo sé. Te dejé llorar. Estás tan asustado,
amor, que el simple sonido del teléfono
te hace saltar de la silla. Están a punto de llamarnos para entrar. Ahora si me
agarro a tu mano, la aprieto fuertemente y noto como suspiras en mi pelo
acariciándolo con un beso. Estoy contigo, siempre estoy, incluso cuando no has
querido que lo esté. Juntos afrontaremos nuestros caminos. Se ha sentado frente
a nosotros. Su expresión no dice nada, no sabemos que pensar. Te mueves en la
silla inquieto pero no me has soltado la mano. Cuando estás a punto de
explotar, ella levanta la vista. Ha estado leyendo el expediente, lo mínimo que
debía haber hecho es leerlo antes de entrar, sobre todo con aquellos que creen
van a morir y no dejarles sufrir la
espera de la sentencia. Nos mira y con voz insensible nos dice, falsa alarma.
Sentimos como cae el peso de la carga, no voy a morir. Nos dirigimos a la salida
sin darle las gracias. En la puerta me giro y no puedo evitar decirle, para el
próximo paciente revise las instalaciones para que no salten las alarmas.
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