Usamos máscaras en nuestros caminos cotidiano, “las
máscaras de la vida”, las que cubren nuestro verdadero yo. Utilizamos la de la
sonrisa eterna, esa que dice que somos felices aunque no sepamos ni que
significa. La del maquillaje perfecto, para cubrir esas ojeras de noches sin
dormir porque no encontramos una salida. La alegría fingida, esa que los demás
desean oír “todo va bien”, igual que España. Da igual si estamos asustados,
enfermos, tristes, desvalidos, sin dinero o sin saber que haremos mañana, solo
quieren oír que estas bien para no tener que sentirse culpables por no
preocuparse, ni egoístas por no escucharte aunque quieran ser escuchados, o porque todo les da
igual. Hay un momento en el que aparece el orgullo, te hace levantar la cabeza
y aunque estés desesperada, dices ¡Todo va bien!. La gente sonríe, se van
tranquilos y te envidian pensando, quien fuera ella,
no tiene ningún problema, tu mantienes tu dignidad, ellos sus conciencias
tranquila mientras que esperas la noche para quitarte la máscara del día.
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