viernes, 29 de abril de 2016

TU COBARDÍA




Hoy tendida en esta mesa observo tu cara. No sé quién de los dos está más frío. Me miras y ni siguiera logro en esta situación arrancar un sentimiento de pena o culpabilidad. Me miras como una más de las desconocidas que llegan hasta ti. Te diriges a la vitrina que está enfrente y me das la espalda. El cristal me devuelve tu imagen y atisbo a ver un temblor en tus manos, no pareces tan seguro como intentas hacer creer. Has cogido lo que necesitabas pero lo mantienes sujeto con gran fuerza controlándote para poder volver donde está tu compañero. Cierras los ojos y cae una lágrima que apartas con rabia. Cierras el armario con fuerza haciendo que él te mire. Al fin puedo ver algo de dolor en tu mirada.
Te supliqué tantas veces en silencio. Esperé tanto tiempo tu llamada. Tú lo sabías pero preferiste herirme después de tanto tiempo a tu lado esperando. Siempre esperando tus migajas, tus restos de tiempo, tu frialdad cuando todo acababa. Ayer me terminaste de arrancar el alma, ya no pude soportarlo más, me cansé de ser herida.
Tus palabras solo fueron el desencadenante de lo que llevaba tiempo pensando. Aún oigo tu voz dura y fría diciéndome que me dejabas, que solo había sido una más en tu camino, que no me deseabas.
Te miré a los ojos con todo el dolor y orgullo herido, ni siquiera te repliqué. No me ofreciste amor, no podía reclamarte nada. Di media vuelta y me fui. Llegué a casa; como siempre vacía. Lloré ¿lo sabes? Como tantas veces, pero no te culpo, mi tiempo se había acabado y ya no me quedaban fuerzas para volver a empezar.
Recuerdas los botes de pastilla que tantas veces me dijiste que tirara, no lo hice, tenían un fin. Me acosté en la cama, ni siquiera preparé nada y me los tomé todos. Oí el teléfono, sonaba lejos, creo que llegué a descolgarlo el ruido me molestaba.
Oí gente a mi alrededor, me sacudían, hablaban y tras unos intentos, silencio y tristeza en los ojos de aquellos desconocidos y te vi a ti de pie, inmóvil; me mirabas sin creértelo.
Tu compañero se ha ido al fin. Te acercas a mí, me cubres con esa sábana blanca y acaricias mi cara. Lloras desconsoladamente, no sufras mi amor, no sentí dolor, solo me dormí. Me pides perdón por tu cobardía, tus palabras no eran verdad. Me querías pero tenías miedo de sufrir y preferiste alejarme de ti. Solo que al marcharme te diste cuenta que no querías perderme… pero… era demasiado tarde.
Cuando me llamaste y oíste mi voz supiste que algo iba mal. Viniste a buscarme y me encontraste en la cama casi sin vida. Lo intentaste todo pero yo no quería volver.
Quiero llorar, abrazarte y volver a besar tus labios esos mismos que me hacían estremecer cuando rozaban los míos. Quiero decirte que te amé con  todo el amor  que había en mí, sin egoísmo, sin pretensiones pero ver tu dolor me hace daño.
No llores mi amor, me voy en paz. Tus labios en los míos me acompañarán en este viaje esperado. Ya no hay dolor en mi corazón.








No hay comentarios:

Publicar un comentario