De pequeña escribía cuentos ideados por
la mente de una niña que cree en los príncipes y princesas. Cuando fue
adolescente pasó a esos amores
platónicos de compañeros, que nunca fueron más allá de ilusión de miradas. Se
hizo mayor, siguió escribiendo a pesar
de los inconvenientes, pero se acabaron los príncipes, los amores
ilusionados y con ello llegaron los
sapos a usurpar el puesto de aquellos sueños de adolescente.
Real e inteligente! Gracias.
ResponderEliminarSi, al final los principes de nuestros cuentos de niña se vuelven sapos. De adulto dejamos de creer en nuestros principes azules. Gracias Jorge.
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